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y Comunion. Trat. III. r35 so ruidó : volvió los ojos á la puerta del quar- to, y vió en ella lo detestable de un inmun- do animal , que por todas partes despedia lla= más , acompañadas de un hedor abominable, Pavorosa con tan horrenda vista , fué 4 arro- jarse por una ventana. Pára, detente , hija , le dixo en voz humaña el monstruo , detente, dyeme : Sabe, hija, que yo soy (¡ay de mí!) tu'infeliz y maldita madre. Yo soy (¡ay des= gracia mia!) la que era reputada por santa. Yo soy la que me exercitaba en obras y con- versaciones tan ajustadas ; pero (¡6 desventu- rada de mí!) que sia que hayan aprovechado las obras virtuosas que hice, soy condenada á los infiernos, por ño haber confesado algunas enormes fealdades , que con tu padre cometí: No ruegues mas por mí, porque tus oraciones nada me han de aprovechar. ¡Y qué es lo que mas te atormenta en el infierno ? Je preguntó compasiva la hija. El no ver 4 Dios, le res- pondió , es la pena mas atroz; y despues de eso, el considerar que tan crueles penas y acer-= vos tormentos nunca han de acabarse. Con es= to dando saltos por la casa , la tragó y sepultó en sus cabernas profundas el infierno , donde entre indecible ardor penará infelizmente , sin remedio alguno , su culpa y omision de con= fesar su maldad. Corella, Llave del Cielo; fol. 82. En este exemplo pueden escarmentar y tes mer muchos casados , y mirar cómo viven en su matrimonio. Y teman tambien -lo que dice Be :B E » Ho ig $ A e j % E A

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