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— 476 — _ Gion es el apropiarse lo robado, no para repartirlo entre los mis- mos que se llaman comunistas, sino para enriquecerse 4 st mismoel depredador, y cuya conclusion es, derramar el pe- tréleo 4 torrentes por las casas y las fabricas, y arrimar la pa- juela para reducirlo todo 4 cenizas. Distan infinito el bien y el mal, y és misma es la distancia que hay entre el despren- derse de sus bienes por seguir a Cristo en la pobreza, y en- tre el pretender repartir entre muchos que nada poseen, lo que otro posee con derecho justo, sea que lo haya recibido de sus padres, sea que lo haya ganado con sus sudores. Volvamos nuestra mirada a un horizonte mas agradable, que es el dela verdad, cual la profesa la Iglesia. Aqui es don- de el derecho conserva su integridad, y el hombre sus fueros. La Iglesia ¢atélica bendice al rico que posee lesoros no allega- dos con injusticia , y le dice que use de sus riquezas con mode- racion, y le manda, como Jo manda Jesucristo ', que de lo que le sobra dé limosna. La Iglesia catdélica consagra la posesion legitima de los bienes, y se contenta con aconsejar al opulento, que considere que esos bienes pueden servirle de Ilave de oro para abrir la puerta del cielo, empleando cuanto pueda de ellos en favorecer a desvalidos , en proteger a huérfanos , 4 enfermos, a menesterosos , a doncellas honestas , 8 pobres vergonzantes , a sacerdotes enfermos y despojados, a virgenes de Cristo, a jd- venes estudiosos que no tienen con que poder vivir, y a olros muchos que lo necesiten; porque hay que desengafiarse , al rico le pertenece acortar la distancia que media entre el pobre y él, abreviandola por medio de la limosna, que tiene la propiedad de engendrar afecto. El rico que no se conmueve 4 vista (le la pe- nuria, es objeto de odio para la plebe indigente. La Iglesia, re- petimos, ensefia al rico sus deberes ; pero si éste no cumple con ellos, no por-eso reprueba la posesion de las riquezas, sino el * Lue. cap. XI. v. 40.

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