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nil ie lidad, y porque, como dice el Apdstol ‘, Dios habia dispuesto alguna cosa mejor @ favor nuestro. Los mismos mandamientos de la-ley natural y escrita, los mismos preceptos de moral, la misma obligacion de, amar 4 Dios, de servirle, temerloy ado- rarlo, las mismas profecias, los mismos dogmas, los mismos canticos sagrados que habia en la ley escrita , en los Profelas y en los salmos, todo quedé confirmado, declarado y explicado por Jesucristo , para que todos los hombres fuesen educados con esa leche de doctrina y con. Ja de otra, conforme a ella, pero mas alla y sublime en el érden de la perfeccion que él mismo ensefid. Qué es, por tanto, lo que Jesucristo reprobé y anulé en materia de educacion? Condené la irreligiosa , la antireli- giosa y profana, cual era'la de los fildsofos. gentiles, y anuld y derogé cuanto no era necesario observar desde la publicacion de su doctrina, y cuanto empezaba 4 ser nocivo en. la legisla— cion religiosa , lilargica, ceremonial y politica de Moisés, desde el dia en que se publicase con toda solemnidad la ley de gracia, i y la abolicion de lo que Dios habia dado al pueblo de Jacob | como sombra de las cosas mejores que habian de venir. Volvemos, pues, a decirlo; desde que Jesucristo.publicé su doctrina, la educacion de los hombres, conformea lo que ella prescribe, es la que quiere Dios que los padres den a sus - hijos jy si aquellos. han oido esta doctrina, y no la ensefian, responderan de ello ante el tribunal del mismo Cristo, como de - una omision criminal. Recorramos, aunque no sea sino a Ja li- gera, los elementos de esa educacion, para poder one a unas cosas con otras. % ro pein 4 Seria necesario recitar casi todos los libros diadancialés’ si hubiésemos de repetir todas las sentencias que inculcan a los padres la educacion de sus hijos, y les sefialan cual ha de ser esta. Baste decir que el mismo Espiritu Santo sefialé la ley di- ' Heb. cap. XI. v. 40, ;
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