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een hijos del pueblo, para recorrer el campo de las ciencias y subir a los puestos mas elevados de la sociedad. Pero florecieron en- ténces otros muchos, que subieron de la pobre choza del cam- pesino 4 la cumbre de la sabiduria, a cefiir la tiara, a cubrir su frente con ef capelo y 4 empufar el baculo episcopal, y a ser ministros y secretarios de reyes : vanidad habia en los hom- bres , como la ha habido siempre, pero tambien se hacia justicia, y mucha justicia, al mérito real y verdadero. Pues ; qué! ; No hubo en la silla episcopal de Paris un Pedro Lombardo, natural de la Lombardia, que fué 4 la capital de Francia en su juven- tud en calidad de un pobre escolar, y al fin fué la admiracion de los sabios, y el Pastor de aquella gran metrdépoli de las Ga~ _ lias? Pues como hubo un Pedro Lombardo , hubo otros muchos que se le parecieron en el tenor de vida, y en el modo de trepar desde una cuna pobre 4 un puesto eminente. ; _ He aqui registradas en globo las‘sombras que nos presenta el cuadro de la Edad Media ; falta todavia recorrer una, cual es la de la vida y las costumbres de los hombres de aquellas generaciones, 4 quienes se les supone entregadas 4 vicios y enervadas en la ociosidad, lo que constituiria un oscurantismo practico, que consistiria en el olvido de las doctrinas salvadoras del hombre y de la sociedad. Solo dos palabras diremos sobre aquella empresa gloriosisima de los tiempos de inercia, como se les llama, de las Cruzadas occidentales, y de la colosal que se. emprendié en Oriente. La nobleza de las clases inferiores se hizo enténces rival de la de los reyes y sus barones, pues to- dos se pusieron la cruz , se vislieron la coraza, y emprendie- ron el viaje mas largo y mas azaroso, que han podido arros- trar todas las generaciones, y al lado del cual el atribuido 4 los argonautas para encontrar el vellocino de oro, es una nifieria. | Solo esto es bastante para demostrar, que aquellas genera- ciones no conocian la inercia, ni estaban sumidas en la ociosi- dad y en los vicios que la acompafian, ’

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