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— 522 — niel, esta en el lugar santo, el que lea entienda; enténces, los que estdn.en la Judea, huyan a los montes ‘. Otra es del Apds- tol, quien tratando sobre la ultima época del mundo, en la cual se verificara la segunda venida de Cristo, dice a los fieles de Tesaldnica estas palabras: No os dejeis seducir de nadie en manera alguna : porque (esa venida) no serd sin que venga dn- tes la apostasia, y sea manifestado el hijo de pecado: el cual se opone y se levanta sobre todo lo que se llama Dios , 6 que es adorado: de manera que se sentard en el templo de Dios , mos- trdndose como si fuera Dios *. Estas sentencias merecen tambien una medilacion profunda. San Ireneo * y San Ambrosio y San Hilario , ast como San Agus- tin y otros santos doctores , pensaron que Jesucristo al hablar de la abominacion de la desolacion, no solo se referia 4 la que habia de verse en el templo de Jerusalen , sino la que se vera en los ltimos liempos en la Iglesia. Pero icual ha de ser la naturale- za de esa abominacion de la desolacion? Aqui hay que notar la admirable armonia de las sentencias de Cristo y de su Apés- tol, y la de los hechos antiguos, con los ménos antiguos y con los que seran extremos, El profeta Daniel dice * que habra en el templo la abominacion de la desolacion, sefialando la época en que eso. debia acontecer , que era despues de pasadas las selen- la semanas de aiios, que habian de transcurrir desde que el rey Artajerjes did el edicto, para que Esdras y los demas sacerdotes y todo eb pueblo cautivo volviese 4 Jerusalen y reedificase el templo, hasta aquella, en cuya milad moriria el ungido, y ce- sarian para siempre las hostias y el sacrificio. Pero , antes que los romanos introdujesen en el templo esa abominacion de la desolacion, la habia planteado Antioco: quien, como se cuenta en el libro de los Macabeos , puso sobre ‘ Mat. cap. XXIV. v. 14. 3 Lib. V. cap. XXV. * 2." Thesalon, cap. Il. v. 3.4. * Cap. IX. v. 27, senna
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