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= BO pues la mano de Dios se deja sentir en los azotes de pestes, de hambres y de guerras, y apénas llama eso la atencion , sino de muy pocos; y ademas, hay una enfermedad tan grave de in- diferencia, que los malos persiguen impunemente la religion verdadera y 4 sus ministros, sin que esa persecucion conmue- va sino 4 muy pocos, y los hombres se han resfriado tanto en cumplir con ja ley divina, que parece que les:importa un ardi- te, que haya Dios 6 que no lo hubiera, que haya un cielo, y un infierno, y una eternidad feliz 6 desdichada. | En el razonamiento anterior hemos dicho , que la desgracia mayor que puede acontecer en la sociedad es la de la corrup- cion de las nociones que el ‘mismo sentido comun profesa, en- sefiado por los dictamenes de la razon humana. Ahora afiadi- mos, que esa desgracia puede llamarse no solo la mas grave, sino la extrema. Entre los ayes que exhalé él profeta Isaias al ver en espiritu esa corrupcion de las nociones de las cosas en el érden moral, hay unas sentencias, cuya semejanza con las pAlabras que dijo San Pedro hablando de los engafiadores de los uiltimos' tiempos, es verdaderamente admirable. Dice ésle que esos engafiadores andaran diciendo , que eso de la venida’ de Cristo 4 juzgar al mundo es una ilusion, pues asi lo estan diciendo desde muy atras, y sin embargo, todo esta siempre lo mismo ‘. Pero el profeta Isaias trae estas notabilisimas pa- labras: ; Ay de vosotros , que arrastrais la iniguidad con las cuerdas de la vanidad , y el pecado 4 manera de carro del cual tirais *! Sentencias son estas, que demandan una consideracion profunda. ; Quiénes son esos hombres, que han consagrado a la iniquidad una como carroza de triunfo , siendo ellos mismos los que la: pasean, tirando de ella como bestias uncidas al mismo carro, y haciendo ostentacion desu apostasia? Pues en realidad, ‘ 2. Pet. cap. Ill. ve 42? Isa. cap. Viv. 48,
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