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ili. compuesto: podra huir de otras pedagogias, pero nunca de la que él mismo se da, y que no puede acallar por muchos esfuer- zos que haga. Esta ensefianza le dice que debe adorar 4 Dios, que debe buscar su felicidad en la posesion del nico bien que pueda darsela completa, y que siendo Dios el bien sumo, debe aspirar @ su posesion: le ensefia ademas, que ha de buir del mal y hacer el bien: que ha de dar 4 cada uno lo suyo, y que no ha de hacer a otro lo que no quicre que le hagan a él. Estos principios eternos é inmutalles viven en el corazon del hombre. | eked Asi vemos que, Antes de la venida de Jesucristo, hubo una ignorancia espantosa de los dogmas primitivos , no obstante que en ninguna época faltaron hombres privilegiados que los conocian, "miéntras los demas los habian echado en olvido 6 los habian mutilado, desfigurado y adulterado: vemos ademas, que llegé a tal grado el oscurantismo del linage humano, que en la época de mayor ilustracion que tuvieron los griegos y los romanos , casi se habia perdido hasta la nocion de Dios. Pero al propio tiempo, vemos que perseveraba integro el magisterio de la razon y la magistratura de la conciencia: prueba de ello, y por cierto bien evidente, son los escritos de los poelas de ambos pueblos , cuyas paginas estan salpicadas de sentencias morales, que ensefian sus deberes @ los principes y @ los pueblos , explican los terrores de la conciencia de los malos, ensefian 4 tomar lecciones saludables en los azares adver- sos, y dan lecciones de administracion de justicia 4 los grandes , de liberalidad hacia el desgraciado a los ricos, wd respeto y sumision a los sibdilos. Y otro tanto vemos en los fildsofos y en los jlartbcepeitin cuyos axiomas y cuyas leyes parecen calcadas en el Evange- lio algunas veces. Y jqué era esto? Que cada hombre lleva escrito en su alma el cddigo de los mandamientos de la ley eterna, que , 6 no se desenvuelven porque no ha llegado él in-

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