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a) y se grilaa son de clarin, que esto ultimo es una conquista de la civilizacion moderna. ; [gnorancia crasa! En cien lugares de los libros-del Antiguo Testamento, se inculca 4 los hombres el deber de acatar, honrar y respetar 4 los reyes; y en el Nuevo, lo ensefia claramente Jesucristo, al mandar que se dé al César lo que es suyo; y no solo ensefia la inviolabilidad de los prin- cipes, sino la de cada individuo en sus bienes, en su honor y en su persona. { Qué mayor inviolabilidad puede darse, que la que prescribe Jesucristo que se observe, no ofendiendo al pré- jimo ni aun con el pensamiento, pues dice que no se juzgue a nadie temerariamente, sino con juicio justo '? , Qué inviolabili- dad mas perfecta, que aquella que tampoco permite que se ofenda al hombre con palabras, ni aun enojandose interior- mente con él, ni diciéndole una sola palabra de desprecio*? ~ Yees evidente, pues Jesucristo era al mismo tiempo rey y stbdito; era el Rey inmortal de los siglos, y quiso ser stbdito del imperio romano en la forma de siervo que tomé por nosotros: vidse en presencia de un representante del em- perador , que se arrogé un derecho arbilrario sobre su perso- na, y le dijo que tuviese entendido, que la potestad que tenia, le habia venido de arriba *. Encontrése ante el tribunal de olra auloridad, en cuya presencia, un particular le dié una bofe- tada, y al momento reprendié directamente al atrevido, que no tenia derecho para herirle, y ensefié indirectamente a la autoridad, que no era ese el modo de tratar a un hombre, aunque fuese un reo presunto, 6 conviclo y confeso*. La ley, la auloridad, es, segun se desprende de las palabras de Jesu- cristo, quien unicamente tiene derecho de privar al hombre malhechor de Ja libertad civil, de juzgarlo como a reo, y de castigarlo segun la misma ley lo prescriba. ;Creen los revolu- ' Joan. eap, VIL y. 24. 8 Joan. cap. XIX. y. 40. 41. ? Math. cap. V, v, 22. + Joan. cap, XVIII, v. 23,

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