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a, de, ni rasgos de nobleza ¢ hidalguia , ni signo alguno de ilus- — _ Las guerras son, ;quién lo puede dudar? la consecuencia del pecado, que vicié la naturaleza humana. Falté desde enton- ces la caridad: se rebelé el hombre contra Dios, y.en seguida todo se rebel6é contra él; pero ninguna rebelion fué tan desas- trosa como. Ja del mismo hombre contra si mismo, la rebelion de la concupiscencia mala contra la razon; la rebelion del hom- bre inferior, el animal , contra el-hombre superior, el espi itual. Esta es la causa primordial de todas las guerras , y estas son las causas,actuales de cuantas hay entre dos contendientes, pues si milita en favor de uno la justicia dela causa, necesariamen- te no le favorece al otro, y por consiguiente, declara la guerra injustamente. Habra guerras siempre, repetimos ; pero aquella sola sera justa, noble y leal, que tenga un objeto licito, hones- to, y conformea los principios de justicia; miéntras que la que no reconozca esa causa, ademas de ser inicua en su principio, aunque se vea laureada con el ramo de la palma, sera eine uneaniieen de ignominia para el vencedor. _ Hemos recorrido los hechos domésticos y las sicanen inte: riores y exteriores de las generaciones antiguas y modernas, despues de lo cual , es justo que levantemos un tribunal , donde comparezcan ambas épocas, para que.confrontada una con otra, decida la sana razon por cual de ellas milita la verdadera ilus- tracion, lo que harémos en el punto siguiente. ee Cundionlacion. arose .imitar en este cuadro dietition: que hemos de formar, al artista que toma en su mano el pedazo de albayalde 6 de lapiz carbonico, para tirar en el .gran-lienzo que ha de

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