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—<~ a del furor agareno. Todo era ruinas , desolacion y solelad, y tan solo habia quedado en pié la gran cipula levanta la por Santa Elena sobre el Santo Sepulcro, bajo cuya imponent.: mole se habian postrado los cristianos de tres centurias, ent’ando alli, devotos, conmovidos y silenciosos: y Worando de gozo al postrarse sobre el sagrado pavimento. Sabido es lo que ha- bia alli: un peftasco en cuya cavidad yaciera por tres dias la victima que se ofrecié sobre el monte de la vision por la ve- dencion del mundo. La mano obscena del islamita se paralizaba, cuando intentaba aplicarla 4 aquella urna funeraria euyo epi- tafio decia: resucité , no estd aqué: el profanador sacrilego no podia derribar aquel cimborrio, porque Dios habia dicho por un profeta, hacia ya quince siglos, que el sepulcro desu Hijo serta siempre glorioso *. : Era, pues, el profanador mismo de las santas basilicas quien conservaba, sin saber porqué, la principal de todas; pero la sabia Dios , quien en su sabiduria infinita se sirve hasta de las pasiones humanas, para Hevar 4 cabo sus designios. Asi, el agareno arrastrado por la avaricia, al ver cuantos te- soros le proporeionaba la ida de los romeros a Jerusalen, guar- daba con un celo monetario aquel santuario, por cuyo rescate hubiera dado el cristianismo todos los tesoros de Ja tierra, y por entrar en él, no vacilaba el adorador de Cristo en emplear una parte de sus riquezas. El infiel Omar no :permitid que hu- biese en Jerusalen sino dos cupulas, la que él levanté en la mezquita de su nombre, edificada en el mismo parage donde es- tuvo el templo de Salomon, y la que construyé la piadosa ma- dre de Constantino: lo repetimos , y no parece sino que, el se- gundo sucesor de Mahoma tuvo el designio de disputarselas con Cristo, para ver quién reinaria en la tierra, si Cristo con la cruz ¥y la mortifieacion, 6 Mahoma con el alfange, y la sen- A Ts. cap. Fi. *v. 40.

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