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— 476 — que se emprende la guerra: y decide el resultado en el 6rden moral. Si la guerra es injusta, dice este sabio para si, el ven- cimiento puede ser un castigo, mas la victoria es un oprobio. Esta idea es la que nos servira de guia en lo que examinamos. ‘Empecemos por examinar las empresas guerreras de los liempos presentes, y eacontrarémos que adolecen de un defecto que empafia todas sus glorias. ; Es acaso el aparalo bélico, la muchedumbre de combatientes, la postracion en el campo de batalla de cien mil soldados acabados por ametralladoras, y la toma de ciudades por efecto de una Iluvia de proyectiles, lo que forma la guirnalda de gloria, que han de ceiiir los reyes y sus generales en el dia de la victoria? Algo mas que eso ha de haber, para que una empresa guerrera merezca el laurel y la palma: ha de ser la justicia de la guerra, y larectitud del mo-. tivo porque se emprende: una guerra injusta convierle a los combatientes en asesinos , y 4 quien la emprende , en tirano, y 4 los que la dirigen, en azotes de lahumanidad. No queremos recorrer el campo inmenso de las guerras que ha habido desde !a revolucion europea, iniciada por la repdbli- ca francesa y convertida ya en habitual desde la proclamacion de los famosos principios del afio ochenta y nueve del siglo pasado, pues demandaria ese examen un trabajo prolijo, que nos distraeria del objeto principal de que tratamos. Pero, si diremos, que exceptuando tres empresas guerreras de estos tiempos, cuales son la de Espafia contra Marruecos en mil ochocientos cincuenta y nueve, la de Francia é Inglaterra con- tra la China poco tiempo antes, y la de esta ultima nacion con- tra la Abisinia pocos afios despues, apénas encontramos una, en la cual resplandezcan con toda pureza los principios de jus- licia y de rectitud. Hablamos de guerras parciales, no ya de aquella que la Europa entera tuvo que emprender, al principiar el siglo presente, con el fin laudable de destruir al gran tirano que , con sus armas y sus astucias , echd por tierra casi todos