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pa aglomerado, para enterrar en él la verdadera literatura, y una tumba donde yacen en putrefaccion las ideas -sanas’ sobre el de- recho, las nociones exactas sobre la justicia, -y las doctrinas de la revelacion: hay que afirmar , que esa libertad de escribir no sirve sino para convertir el mundo en una reunion de chismo-— sos, que no viven, en general, sino de cuentos, de anéedotas, de murmuraciones y detracciones, de examin, de incites de envidias y de conspiraciones. M3 No hay para qué probar esto, cuando:‘eal todo a mun- do que, en las mismas academias literarias, se dan 4 nues- tra juventud lecciones de ateismo, tomadas todas de los li- bros que han publicado, al abrigo de esa libertad; los’ fi- lésofos del siglo pasado, y sus discipulos, que abundan en este, y hasta hombres que se sientan en congresos, en sena- dosy en las altas academias de las naciones, que se llaman ci- vilizadas 6 ilustradas. No hay para qué probarlo, repetimos, cuando vemos que la mayor parte de los papeles publicos estan plagados de articulos contra Dios, contra la Iglesia, contra el Vicario de Cristo, contra obispos y sacerdotes que cumplen con su deber; contra los principios de justicia; contra los de obediencia 4 la autoridad, reduciéndose lo restante de la lite- ratura efemeridica, 4 conlar nuevas, 4 lanzar invectivas, a de- yorarse entre si los subvencionados por los partidos , a descu- brir faltas del prdjimo, 4 insullarse mutuamente. Y esto nos recuerda una frase de Santiago Rousseau, quien al hablar de los disparates de los filésofos antiguos, al escribir: sobre reli: gion y costumbres, dice tambien, que no hacian mas que echarse en cara sus vicios y pasiones desarregladas , afladiendo estas palabras: esto es lo tinico en que tenian' razon. 6 Decimos, pues, y afirmamos, que en un pueblo donde existe ignorancia de Dios, olvido de los principios ‘eternos' de justicia, corrupcion de ideas en religion, lujo sin freno,<sen- sualidad en toda su extension, y un movimiento continuo y