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392 SERMON do. El estar pendiente de un patíbulo infame, traspasados pies y manos, sostenerse sobre sus mismas heridas , destrozados todos sus miem- bros con una suspension tan violenta, €xperi- mentar la sequedad y sed mas ardiente, y no recibir otro refrigerio que hiel y vinagre: pet- cibir entre tan inexplicables dolores un pueblo inmenso que le escarnece y burla, acompañado de dos Ladrones, de los quales el uno expira vomitando blasfemias, es lo que nuestra debil imaginacion nos representa de mas terrible en Christo crucificado, No hay duda que este es un espectáculo espantoso: un cúmulo de ma- les que causa estremecimiento y-horror. Sin em- bargoan , Si se compara con la aÑli que percibe inmediatamente de la mano de su Eterno Padre. Es preciso que descargue este sobre su hijo todas sus saetas, (a) sin reservar alguna qué no sepulte en sus entrañas: que confirme y haga pesada sobre él su mano, segun nos habia dicho él mismo por boca de David. De ningun modo acierto 4 ponderar lo ri= guroso de este tormento. En todo el discur- 50 (a) Psalm. 37. 3*
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