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DE SAN AGUSTIN. 377 ria , tan ligeras” las tribulaciones , «tan pequeños los embarazos, tan despreciables las contradiccio- nes > Sigamos , Señores , las huellas de Agustino: escuchémosle: como él escuchó la voz , que le vi- no del Cielo, y acabó de despertar del sueño y pesadez , de que hasta entonces habia hecho ya- nos esfuerzos para sacudirse: alimentémonos de su doctrina, .repasandola. de continuo, tomándo- la por norma y modelo de nuestra fe y costum- bres, adhiriendo firmemente á ella como que es la mas pura é inviolable, donde no solo no se halla tropiezo, sino que antes encontrarémos at- mas y arbitrios para evitar y rebatir todo error, para la enmienda y edificacion de nuestra vida y la de los próximos, despreciando las hablillas y fa- bulaciones de los íniquos, que no son segun la ley del Señor: finalmente trabajemos por imitar sus virtudes , para merecer en esta vida su interce= sion , copiosos auxilios de la divina Gracia, y acompañarle despues .por una eternidad en la Gloria. 4d quam cs TOM, 1; PES SER<

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