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PLATICA PREPARATORIA. TI conversaciones y enel vestido, nos estremecian en- tónces; y como es una verdad eterna que el que des- precia lo poco, se irá precipitando insensiblemente en los mayores delitos (1), corriamos sin temor por el camino de la tibieza, sin reflexionar el desgracia- do fin que nos aguardaba. 2. Bien pudieramos conocer que el espíritu. de la vida sacerdotal es uno mismo en todas las edades: que sus venerables preceptos son invariables en todo tiempo, y que siempre nos obliga su observancia: que Jesuchristo no promete el premio de la bienaven- turanza á los que comienzan bien, sino á los que per- severando en la virtud acaban felizmente; y que al paso que se multiplicaba en nosotros con la edad el conocimiento del bien y del mal, debiamos agrade- cer más á Dios sus beneficios, y servirle con mas fer: yor. Pero el disgusto , uniéndose á la fragilidad de nuestra naturaleza, nos ha detenido y sujetado en el lastimoso estado de muestra desarreglada cónducta:; El disgusto nos robó aquel antiguo fervor y devo= ta prontitud con que practicabamos las santas má- ximas del Evangelio. El disgusto nos hacia insopor= tables las ocupaciones de la vida sacerdotal, insufri= bles las horas destinadas á la oracion y meditacion (1) + Qui spernitmodica, paulatim decidet. Eccli.c. xxx. vt:

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