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DIA QUARTO. 261 alguno entre nosotros que desatienda Ó menospre cie los mandatos conciliares y Pontificios, ¿cómo podre- mos esperar que se preste á las determinaciones sino- dales que ha habido en la Iglesia desde aquellos tiem- pos hasta nuestros dias? ¿Cómo obedecerá los edie- tos de tantos Ilustrísimos Obispos como en España y fuera de España, han procurado la conservacion del hábito clerical en los Sacerdotes? ¿Cómo se persua- dirá á que los autores eclesiásticos insisten en que es grave la obligacion de obedecer las santas leyes de la Iglesia, y grave su contravencion ? ¡O qué feliz se- ria.yo , si no bastando las autoridades tan respetables que hemos insinuado para convencerlos , pudiera ser bastante la razon natural para sacarlos de su er- ror! Escuchadme, ministros santos de un Dios santo, y pedid 4 su Magestad que esta sencilla , pero opor- tuna reflexion , haga impresion sobre sus almas, Su- poned que un religioso Benedictino, un Bernardo, un Carmelita descalzo , un Cartuxo', un Capuchino, ó qualquier otro individuo de las venerables congre- gaciones religiosas , que con tanta gloria sirven á. la Iglesia y al Estado; suponed , digo, que se despoja del hábito monacal , y vestido de corto.con todos los aliños de los jóyenes del siglo que siguen exáctamen- te.lás modas., se presenta en la calle, en la plaza, en, el paseo ó6-en las funciones de los pueblos. Re-

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