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XXI hacer debidamente unos Exercicios espirituales las ' personas de nuestro venerable estado sacerdotal. No espereis hallar aquí doctrinas raras y pere- grinas , voces pomposas y expresiones brillantes de la eloqiiencia humana. ¡Infeliz de mí, si estos hu- bieran sido mis pensamientos! ¿Y quién soy yo pa- ra realizarlos , quando la acalorada fantasía de mi loca imaginacion los hubiera concebido? No , mis venerados señores Sacerdotes. No ha llegado mi vanidad á las pretensiones excesivas para mí de pasar por autor de lo que contiene este libro. El dictado de compilador, ó mas bien de arquitec- to es el que me conviene. Esta mi «octrina no es mia , es de Dios, que se ha dignado manifestarla en las divinas Escrituras : es de Dios, que la ha inspirado á su Santa Iglesia, y esta buena madre nos la presenta en sus cánones y leyes : es de Dios que la ha comunicado á los Santos, cuyos apre- ciables escritos poseemos : es de Dios, de quien la han aprendido los hombres sabios y virtuosos que nos han precedido. Estos son los lugares de dónde hemos conducido los materiales para esta obra. Si esta mi doctrina fuera solamente mia, ¿en donde hallariamos vuestra obligacion de observarla? No, mis venerables Sacerdotes. Yo lo vuelvo á repetir: Doctrina mea, non est mea, sed ejus qui misit me. Dios nuestro Señor que por una determinacion incom- prehensible de su adorable Providencia quiso ele- gime á mí, polvo y ceniza, para que os hablase

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