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Dia TERCERO. 235 gos, sus comensales, sus conocidos. ¡Ay de mí! De es- to se queja amargamente el Señor quando dice: Si inimicus meus maledixissetnibi, sustinuissem utiques Que los infieles no.me crean , los hereges no me te- man, ni los cismáticos me amen, malo es, pecado es; pero es pecado sufrible, porque son mis enemigos: yo los sufro y los tolero hasta el dia de la venganza: Sustinuissem utique; pero que los Sacerdotes que por su ministerio son mis amigos, mis comensales , mis embaxadores, mis ángeles : que estos , estos mismos entren en mis templos, suban á mis altares, atrope- llen mi cuerpo , profanen mi sangre, y celebren sin ' fe viva, sin fe acompañada de buenas obras, sin san= to y fructuoso temor, y sin caridad perfecta: que es- tos, estos mismos sean los que mas me ofendan , los que mas me injurien, los que mas me maldigan; esto no se puede sufrir:este pecado de sacrilegio no se de- be tolerar: Tu vero homo unanimis , dux meus et notus meus, qui simul mecum dulces capiebas cibos? Mirad, ó Sacerdotes, que celebrando en pecado arrojais mi cuerpo y mi sangre en un albañal inmundo, echais sobre vosotros una maldicion horrible, y os sumergís en la incorregibilidad y en la impenitencia final. ¿Y qué es lo que responden á estas amorosas que- jas del Señor? Escuchadlo y estremeceos. Es verdad que nosotros arrojamos al pestilente albañal de nues- -

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