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DiA TERCERO. 217 profundas de donde manan tantas gracias para mi conversion : aquí aquel costado tan bueno, tan amo- roso, tan paciente, mas grande que el mundo y que todos mis pecados: aquí en fin, ve mi-fe aquel di- vino Salvador por quien mis cadenas fuéron rotas, por quien fuí rescatado de la cautividad de la culpa, y por quien éspero mi eterna bienaventuranza, Cre- do Domine , credo. Ved , señores , los afectos mara= villosos de la fe. ¿Pero quándo tendrán esta necesaria y preciosa disposicion aquellos Sacerdotes que se les ve llegar al altar, estar en el altar, y apartarse del altar con una sequedad , con una insensibilidad , con una in- modestia , desahogo , precipitacion y descaro que horrorizan, escandalizan y demuestran basta la mis-. ma evidencia "que no tienen la fe del Sacramento? ¿Aquellos que sin la prévia confesion, Ó con una confesion de ceremonia , que no es mas que una ver- dadera confusion, porno haber dexado las ocasio- nes del pecado, los objetos del pecado, ni las rein- cidencias del pecado , se abalanzan al altar, arran- can á Jesuchristo del seno de su Eterno Padre para darle muerte cruel en su corazon: podrido por el: pe- cado? ¡Ay! Ellos dicen que tienen fe; pero en realidad no la tienen: Quid proderit fratres mei , si fidem quis dicat se habere tu. Numquid poterit fides salvare Ee 2

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