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XVII trina de la Iglesia, y no admitir en nuestro Clero sugetos indignos del carácter sacerdotal, 6 por una vergonzosa ignorancia. Ó por estar contagiados de doctrinas peregrinas y extrañas. Pues aunque, por la misericordia de Dios, no sea nuestra nacion la que mas tenga que llorar estos desórdenes , reconocemos sin embargo que mucha parte de la juventud empie- za á imbuirse en los principios de una sabiduría que no viene de lo alto, sino que es terrena, animal y diabólica; en cuyo caso estamos obligados á. velar sobre la viña del Señor, para.que no sea pasto de las fieras que tantos destrozos cometen en la heren- cia que se adquirió Jesuchristo con la efusion de sy sangre. Por otra parte, como además de la pureza de la religion debemos promover la reforma de las cos- tumbres de los fieles, y facilitarles operarios que les hagan concebir odio 4 los vicios-y-amor á las virtu- des, luego que tuvimos noticia del zelo con que el R. P. Fr. Miguel de Santander, Religioso Capuchino y Misionero Apostólico, anunciaba la palabra de Dios á los pueblos en varias provincias de España, en que levantando su voz predicaba penitencia pa- ra la remision de los pecados, nos pareció muy oportuno llamarle á esta Metrópoli. El, cumplien- do con su vocacion de cooperar con sus sudores á Tom. L. mx.

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