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Di1A SEGUNDO. 157 santidad sublime del estado que abrazamos ; sino que el móvil principal fué la proporcion de apo- derarnos de alguna pieza eclesiástica por la com= binacion de los votos, por el empeño de los parien- tes, ó por las íntrigas de los amigos! ¡Válgame Dios! No extrañemos los males que hoy afligen 4 la Iglesia , pues somos nosotros mismos la causa de ellos. Yo no puedo pensar otra cosa , al ver tan disminuidos los bienes de la casa del Señor: al ver tantos Sacerdotes sin cóngrua sustentacion: tan- tos pobres, cuyos gemidos se elevan hasta el cielo; los quales hallaban ántes asilo en las manos benéficas de los eclesiásticos que daban el debido destino á las producciones de sus beneficios y rentas. Conozco que son grandes las urgencias de la corona: he visto los asombrosos sacrificios que ha hecho el clero á bene- ficio del Estado, hasta desnudar los altares, entregar la plata de sus templos, y economizar los gastos has- ta el extremo de tocar en miseria la pobreza de mu- chos Sacerdotes. Y sin embargo de todo esto, la aflic- cion crece, los apuros se aumentan , y las necesida= des se multiplican. ¿Qué es esto, venerables Sacerdo- tes? ¿Han venido estas aflicciones en nuestros dias para aumentar nuestros propios merecimientos como en Job? ¿Nos vemos afligidos con estos trabajos para conseryarnos en la humildad de nuestro santo esta-
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