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68 SermoN IV. | nas, y dexándonos conducir por donde nos enca= minan sin ponernos á disputar al Señor si ha de ser por éste 6 por el otro camino, por ésta ó por la otra senda. Toda nuestra perfeccion , vuelvo á de- cir, consiste en que poniendo nuestra suerte en las manos de Dios, como dice la Escritura, sigamos como San Roque por donde el Señor gustare llevar- nós. Harto dificil , árduó y ¡penoso era á la verdad el camino que se le presentaba 4 San Roque: des- nudeces, hambres:, sed, angustias y penalidades. Sí, todo era trabajo, todo necesidad : mendicus sum, et pauper. Podia decir con David , soy un pobre, y un mendígo; pero no me desconsuelo; ¿ porque sé que el Señor: tiene cúidado de mí: Dominus “sollicitus est mei (a). Serviré, decia Roque, á los enfermos, curaré á los apestados, seré universal enfermero en todos los hospitales y pueblos; y si por esto me han de. resultar enfermedades, acometer. las dolencias, y amontonarse sobre n ( es, has- ta hallarme como otro Ismaél en el campo, y pun: to de perecer, no desconfiaré jamas de la miseri- «cordia del Señor, que por este camino me conduce: él sabrá socorrerme : él sabrá sustentarme, aunque sea sacando el pan de la boca de los mismos anima- les: él sabrá sacarme en paz de este mundo , por mas que mis domésticos , mis deudos, mis «vasallos me encarcelen , aprisionen y martiricen. Sus malos tratamientos, sus desvíos , sus ingratitudes me la- brarán la corona de la gloria, que espero me ha de dar el recto Juez de vivos. Abnccrrs de No serán capaces todas las as de esta vida de apartarme un punto de la caridad de mi Dios: cierto estoy, podia decir con San Pablo, que ni la hambre, ni la desnudéz , ni el peligro , ni la ss (a) Ps, XXXIX, v, 18. > E
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