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Sermon TT. eternos. Mirad, amados mios, 4 San Joaquin, y ve- reis un hombre humilde en medio de la opulencia de su casa, que mira sin orgullo las sumisiones de sus criados, el respeto que le tributan sus vecinos, y que circulando. en sus vevas la noble: sangre de tantos Reyes, no se ensoberbece, sino que se considera como un hermano de sus vecinos, como un: hombre seme- jante á sus criados, y que en su nacimiento y en su muerte será en todo igual á ellos. Miradle bien, y le vereis como un hombre en todo obediente á su Dios, conforme con sus adorables disposiciones, resignado en su divina voluntad, y que lleva con paciencia el oprobio con que en aquellos tiempos era mirada la infecundidad. Mirad bien4 San Joa- quin, y vereis un hombre religioso para con su Dios, á quien ofrecía parte de sus caudales para la repara- cion de su templo, para el sustento de sus minis- tros, para las víctimas y sacrificios: un hombre carita- tivo con sus próximos, con q TC qu llos. mismos h SES con que le había enriquecido Ta divina Providencia: un hombre mortificado en sus pasiones, sin que permitiese á alguna los desahogos injustos, que son la causa de tantos desórdenes y mi- serias en el mundo. Miradle, vuelvo á decir, señores, - y le vereis como un marido fiel que ama tiernamen- te á su muger Santa Ana, que la guarda la fide- lidad prometida, que la procura todo su bien; que mantiene con ella la mas imperturbable union y bue- na armonía, sin haber entre los dos mas que una vo- luntad, un mismo corazon, una sola alma. Mirad- le como á un amo prudente que estima á sus cria- dos, que no los trata con imperió ni-con despotis- mo, que los provee en sus necesidades, que los pa- ga puntualmente sus salarios, y los edifica con su exemplo y sus costumbres. Miradle como un buen vecino, como un hombre de bien, amable á Dios e Y Pe e: pd --
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