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pe S. Jorquin, PAbrE DE NU STRA SEÑORA. 41 vengo, pues, á hablar dela nobleza, de las riquezas, dela salud, de la ciencia, de la hermosura, ni de los demas bienes temporales que forman la engaño- si felicidad de los:miserables hijos de Adán. Ver- dad es que los bienes justamente adquiridos, debida= mente administrados, y santamente expendidos, po- drian hacer dichosos á sus poseedores; pero como es- ta sea una obra tan árdua y tan dificil, «sirven comun- mente para la etefna perdicion por la depravacion de nuestros corazones. La santa Escritura mira como una especie de milagro poseerlos sin pecado, Si fue- ris dives, non eris immunis a delicto. No, señores, no vengo á representaros la nobleza de San Joaquin por mas que contase entre sus progenitores los capi- tal le excediese, pero sabia que su santo padre Da- vid inspirado de Dios habia dicho ¿Qué utilidad me trae mi nobleza, quando la busco entre la corrupcion y el polvo (a)? Tampoco os hablaré de sus caudales, de la reputacion que habia adquirido en su pueblo, ni de los empleos distinguidos que en él habia ob= tenido. Todo esto lo pudiera tener, aun quando hu- biera sido un enemigo de su Dios, un hombre per- verso, un azote de sus comipatriotas, un réprobo y condenado. No es justo llamar bendiciones 4 unos * bienes de tan corta duracion, y de una naturaleza tan inconstante y deleznable. Los bienes de que yo hablo, las bendiciones con que el Altísimo dotó la persona de San Joaquin ,son-de. un órden superior, de un carácter muy sobresaliente, y de una naturale= za soberana; son unos bienes espirituales, divinos, y | ó .p. . . (6) ¿Que utilitas in sanguine meo , dum descendo in corru ¡p- cionem? PS. XXIXW. LO, | ea TOMO LI, E E tanes mas famosos, -los Reyes mas grandes, los Pa-

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