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DE LA ÁSUNCION DE NUESTRA SEÑORA. 35 tro bien un Santo despues que durmió en el Señor, que él mismo quando vivia entre nosotros. Acá en la tierra solo podian atender 4 un corto. número de personas que lograban la felicadad de escucharlos, pero allá. en el cielo nadie está distante de su aten», cion : á todos alcanza su caridad: Vec est qui se ab- condat a calore ejus (a). Apenas acá en la tierra al- canza la vida de un hombre para cuidar de dos pro- vinciasó reynos, yes forzoso que desampare al uno : con su presencia quando existe personalmente en el otro, pero en la gloria no sucede así. La Vírgen, desde el momento felíz en que fue colocada en el Em- píreo , se halla igualmente con los que navegan los mas remotos mares, que con los que no salen de sus casas : con los que viajan hasta los extremos de la tierra, y con los que ignoran si hay mas pueblos que María protege á un mismo tiempo los exércitos y las armadas , los Reyes y los vasallos, los:sanos y los enfermos : 4 todas partes alcanzan los benignos iníiluxos de su poder y su-amor. La viegecita mas despreciable halla á4la Vírgen 4 su lado quando la invoca en su afliecion con fe y confianza , lo mismo que el Monarca mas poderoso quando la llama para la execucion de sus vastos proyectos y grandes de- signios. La mas humilde choza de los pastores se honra con la efígie de la Vírgen , aunque sea solo una estampa de papel ,. + dr toaatda que los palacios mas soberbios delos Príncipes con las magníficas estátuas de esta Señora. No lo dudeis., amados mios, La Vírgen ve en Dios todas las cosas y, y su caridad, poder y amor. se extienden al. remedio. y «¡protec- ción de todas: Neo est qui se abscondat a ealore ejus. El estudiante en las fatigas de sus libros , el artesa- ” Ga ld : (a) Ps. AYIE Y, 9 Ea

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