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DE La ÁSUNCION DE NUESTRA SEÑORA. — 20 lanzada que tráspasó el corazon de tu Hijo, y dr vidió tu purísima alma? ¿Te acuerdas , Señora...? ¡Ah fieles! Escuchad á María: Oblivioni tradite sunt angustiee priores. Son tantas las dichas que ya poseo, que se me han olvidado mis penalidades. La pobreza y retiro en que viví, las mortales angustias que sobre el calvario experimenté , los grandes trabajos que en toda mi vida padecí, todo se acabó, todo se olvidó : Oblivioni tradite sunt. | ¡in poco padecí! ¡O que mucho he de go- zar! Momentáneo fue mi trabajo, eterno será mi gozo. ¡Dichosas mortificaciones! ¡Dichosas penali- dades, que me adquiristeis tanta gloria! No prosigas, Señora, no prosigas, que el co- razon quiere salirse del pecho: quiere acusar nues-= tra pesadez, reprehender nuestra tibieza, y aun - castigar nuestra cobardía. ¿Es posible, cristianos, que no podremos nosotros lo que pudo la Virgen? ¿No tenemos el mismo Dios que la Vírgen ? ¿Pues por qué no nos mortificamos como la Vírgen? ¿Por qué no seremos castos , modestos , sóbrios , silen- ciosos , retirados , laboriosos, humildes y caritati- vos como la Vírgen? ¡Qué! ; Pretendeis excusaros con decir, que la Vírgen era Madre de Dios? Pues entendedlo bien, y no equivoqueis las cosas. El triunfo de esta Señora en su Asuncion gloriosa , no fue premio solamente de su maternidad divina, sino tambien y mas particularmente de sus virtudes, Si hubiera omitido las virtudes, y cometido pecados, se hubiera condenado, sin embargo de que era Ma- dre de Dios; y si hubiera tenido tantas virtudes sin ser Madre de Dios como las que tuvo siéndolo, tendria ahora la misma gloria en el cielo. Así de- beis pensar con solidez en las cosas, y no cubrir vuestra tibieza , vuestra floxedad , vuestra mala yi- da con la escusa de que la Vírgen era Madre de

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