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Á LOS SEÑORES DEL“A YUNTAMIENTO. 305 no hay costumbres donde falta la religion, no hay religion sin culto, no hay culto verdadero sin el co- nocimiento de un Sér eterno é€ inmortal, cuyas pro- mesas debamos esperar , y cuyos castigos debamos temer. Ved como el Ap óstol San Pedro nos impone es- ta primera obligacion : Deum timete. - No pueden los hombres conseguir esta pública felicidad sin leyes que la procuren , que la defien- dan y la sostengan : estas leyes exigen la subordi- nacion en todos:los gobiernos , sea 4 un hombre so- lo ,como en el gobierno monárquico ; ; sea 4.muchos, - como en el aristocrático ó republicano; sea á todos, como en el democrático ó popular. Por esta causa nos dice el Santo Apostól en segundo lugar que hon- remos al Rey: Egeo bonorificate. Finalmente , para lograr esta t públic a felicidad ,, es menester qué uni- dos fraternalmente los ciudadanos aspiren con todas sus eras 4 Desde , estimando en menos sus - personales intereses que los de la patria: amando á ésta con preferencia á todos los particulares, y mirándose todos los indivíduos de la sociedad civíl como una sola familia, cuyo bien estár hará feli- ces á quantos la componen: de otra suerte , desor- ganizadas las partes que componen el todo de los pueblos , desunidos estos , y rotos los eslabones que forman la cadena del órden social , todo seria una confusion espantosa , todo produciria una anarquía detestable , desapareceria la armonía entre las gen- tes, se arruinaría todo gobierno por mas legítima- | mente establecido que se hallase , perderian los ciu- - dadanos sin culpa propia sus derechos inagenables é imprescriptibles, y-veriamos aniquilarse las repú- blicas y los reynos. ¡O con quánta razon nos impu- so esta tercera obligacion el grande Apóstol S. Pe- dro: Fraternitatem diligite. ¡Qué bella , señores', qué justa , qué perfecta, TOMO 11, Qg

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