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296 SermoNn XVII - soberbios , y hacerles entender la dependencia que tienen del Sér supremo,y la sumision con que de- ben llegar humillados á sus pies. Otros piden sin fe, estimando. esta rogativa como una mera cere- monia, y no como un mandato expreso del Señor, Estos piden sin confianza, dudando del buen éxito de sus ruegos, óÓó con incertidumbre en las prome- sas del Señor; y aquellos sin perseverancia, pare- ciéndoles suficiente desplegar los labios para que al momento haga Dios quanto le pidan , sin acordarse de que el mismo Jesucristo oró tres veces en el huer- to de su eterno Padre antes de ser oido. Y unos y otros piden con impaciencia, con desabrimiento y con disgusto prats la mayor. partes de los mortales (¡qué dolor!) ruegan con un espíritu disipado, con un corazon corrompido con los vicios, y. con una alma en pecado. ¡Gran Dios! ¡qué ex- trañeza podrá causar que tales personas no consigan lo que piden, si piden en mal estado! Petitis, es es non accipitis: ed quod male petatis. | Y 4 la verdad, amados mios , ¿con qué frente se atreverá un hombre impuro á dirigir sus ruegos á Jesucristo, quando la fe le dice que con sus des- houestidades le insulta , le ultraja, y le crucifica? ¿Cómo un murmurador de profesion, cuya maligna lengua no perdona lo sagrado ni lo profano, lo bue- no. nilo malo, la virtud ni el vicio, se atreveráá desplegar sus labios, quando su boca es como un sepulcro abierto en que se han hundido honras, es- timaciones y famas? ¿Cómo un hombre chismoso, revolvedor é inquieto, un jurador, un maldiciente, un blasfemo tendrán atrevimiento 4 presentarse en este santo templo , quando saben que sus almas tie- nen perdída la gracia, están desheredadas de la glo- ria , se hallan esclavas de satanás, y se miran ene- migas de su Dios ? Si ua mal amo abusa de su auto-
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