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DE LA ÁSUNCION DE NUESTRA SEÑORA. as les auxilios de la divina racia. Acompañadme vOS- otros, y saludémosla todos diciendo con el Angel: AVE MARÍA. Apartémonos en este dia del dictámen de San Epifánio, que pensaba no habia muerto María, sino .que arrebatada de la tierra como Elías y Enoch, habia sido colocada en la gloria sin pagar á la muerte el comun tributo. Á la verdad tenia el Santo robustísimas razones para apoyar su pensamiento. Oid una bien poderosa: Por el pecado del primer hombre entró la muerte en el mundo: todos peca- «mos en Adán, y todos debemos pagar el censo del pecado con la muerte: Stipendia peccati mors ; pero como María Señora nuestra, por un privilegio sin- ular del Omnipotente habia sido exéntadel peca- do original en su Concepcion purísima , y jamas habia manchado su bendita alma con la menor im- perfeccion , parecia muy conforme á la razon y justicia que si solamente mueren los que pecan, no habiendo estado jamas sujeta al pecado la Vírgen, tampoco parece que debia pagar el tributo del pe- cado con la vida (a). | ] No obstante , digamos en obsequio de la: verdad que éste fue un exceso de la devocion de este Santo, y confesemos ingenuamente con la santa Iglesia, y con la perpétua tradicion de los santos Padres, que murió verdaderamente la Vírgen María. San Dionisio Areopagíta nos dice de sí mismo haberse hallado presente al felicísimo tránsito de la Virgen con todos los Apóstoles traídos 4 Jerusalen desde los extremos de la tierra por ministerio angélico. Y estos (a) Non esñim pro te sed pro omnibus hec lex constitute est. Esther, C. XV. v. 1 3. os | TOMO 11, * D

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