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EN EL CAPÍTULO PROVINCIAL, ÁC. 275 dad de esta oracion pública , en dos partes de este breve discurso. ¿Pero quién soy yo para formarle cómo conviene , yo que acabo de llegar á esta Cor- te, que salí de mi convento sin la mas leve noti- cia de este encargo, y de quien todos debeis ad- miraros al verme entre vosotros, así como se ad- miraban los Israelitas al mirar á Saúl entre los Pro- fetas? ¿Pero cómo ha de ser? No ignorais que he subido :4 este púlpito compelido de la obediencia. No: me pertenece otra cosa que venerar los juicios del Señor; así como vosotros venerais conmigo el in comprehensible- € inefable. misterio de la Santí- sima Trinidad, que hoy. adora nuestra santa ma- dre la Iglesia. ox silet , non mea tantum , sed etiam angelorum, desia Se Ambrosio (a). Adoremos, pues, de AO: Aal eterno Pa- ay "a ll 2 que por os rr cla: su eterno Hijo, aa conceda la gracia del eterno Espíritu Santo para hablar á mayor gloria suya y utilidad nues- tra. Así os lo A Dios MIO ,. presentándoos sima, Señora nuestra, e quie diciendo: | AVE MARÍA. PRIMERA. PARTE, No peñseis, señores , que para demostrar la ne- cesidad que en el dia tenemos de estas oraciones públicas , pretendo hacer presentes aquellos termi- nantes oráculos de la divina Escritura, en que el Espíritu de Dios se ha dignado manifestar 4 los hombres su adorable voluntad de que le pidamos e (a) De Fide,c. v. | z Mm 2

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