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peL BEaTO BerwARDO Dx Orma. 233 úna condicion dulce, vivió como un Angel en la casa de sus padres. En todo les obedecia, en nada les re- plicaba , ni contradecia. La voluntad de ellos era la suya: su querer la medida desu obediencia. Su humil- dad, su sencillez, su admirable candor, su veracidad, su devocion, su alegría causaban el contento de sus padres , que se complacian en las virtudes que el Al- tísimo habia depositado en su hijo. Que sus padres le mandasen cuidar de sus ovejas, exponiéndole desde sus mastiernos años á las inclemencias de los elemen- tos: que le mandasen cultivar sus campos con un par de bacas tan indómitas que ninguno habia podido su- jetarlas á la coyunda, ni someterlas al yugo: que le mandasen practicar todos los penosos exercicios de pastor y labrador , en que inocentemente se ocupó antes de ve tir nuestro seráfico hábito: que le manda- sen, en fin, qualquier otro género de trabajo; todo lo executaba con la voluntad mas pronta, con el sem- blante mas risueño, y con la perfeccion mas grande. Parece que esta misma obediencia, que él tenia á sus padres, se la prestaban al joven Bernardo los animales. Dexaba señalado á sus ovejas el sitio donde habian de pastar, y de donde no habian de separarse "mientras él se retiraba á la oracion, ó se dedicaba 4 instruir á los otros pastorcillos en las verdades eter- nas de la religion cristiana, que sus virtuosos padres le habian enseñado; y las ovejas, como si tuvieran en- tendimiento para percibir el precepto de Bernardo, permanecian en el terreno señalado, sin apartarse de él un solo paso. Las novillas mas bravas al acercarse Bernardo se amansaban, se sometian al yugo, y tira- ban con igualdad, y sin necesidad del aguijon, como si por muchos años estuvieran domadas. Si sus padres le encargaban que se apartase de las malas com pañías, como perjudiciales sobre manera á todas las buenas Costumbres, pero muy particularmente enla juventud, TOMO 11, E uE

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