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222 SermoN XITT. dad : lleno de confianza en la divina misericordia, resignado y conforme en los decretos de su adora- ble Providencia , y abrasado en el amor de su Dios, Ya habia recibido los santos Sacramentos, ya le habian leido la recomendacion del alma, ya los Religiosos rodeándole en su pobre lecho le admi= raban unos como á un Job en la paciencia, otros como á un José enla castidad : estos como á un Isaác en la mansedumbre , aquellos como á un Tobías en la resignacion , y todos como á un modelo de la virtud. Ya iba á terminar su dichosa carrera con una preciosa muerte, quando reapimando sus dé= biles fuerzas , dixo con un ayre de celestial alegría: Padre Guardian, dadme vuestra bendicion para ir- me al cielo. Al oirle, se enternecieron todos los Re=. ligiosos ; y el Padre Guardian le respondió: Aguár= date, Bernardo : quiero en virtud de santa obedien= cia, que antes nos bendigas á mí, y á todos los circunstantes. Esta voz de obediencia que siempre, habia respetado, le detiene á la puerta de la eter= nidad , suspende su entrada en aquella felíz man-= sion de los vivientes por todo el tiempo que ha me- nester para cumplir lo que se le manda ; y despues de executado todo, muere obedeciendo, Marcha en horabuena , alma felíz. , á recibir el premio de tu obediencia , dexándonos con la saludable confusion que produce en nosotros la consi 7 it del poco aprecio , y de la casi ninguna subordinación y res- peto que en el dia se tiene 4 los ministros el Se- ñor. Porque, en hecho de verdad., ¿qué vemos, qué. oímos 4 cada paso? ¡Gran Dios, á qué estado tan deplorable hemos llegado los ministros de vuestro culto! El siempre respetable , el venerable y santo estado sacerdotal , en cuya presencia los mayores Príncipes doblaban en algun tiempo sus rodillas; y $

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