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peL Bearo BERNARDO DE OrIDA. 221 sobraria para llenarnos de un saludable pavor lo que dixo Jesucristo en su Evangelio: Qui vos audit , ME audit : qui vos spernit , me spernit (a). Entended, cristianos , esta grande verdad de la santa religion que profesais: el que á los Sacerdotes oye, oyeá Dios : el que á los Sacerdotes desprecia, desprecia á Dios. | | | -— De este horrible pecado huía nuestro Beato Ber- nardo cuidadosísimamente. El respetaba , honraba y obedecia á sus superiores eclesiásticos con tanta prontitud , con tanta alegría, tan devota, humilde y universal, que no era menester mandarle las co- sas: una palabra , una accion, una seña, aun me- nos , la insinuacion mas ligera, era bastante para que corriese , volase á la execucion de quanto se le de- ia. Que las cosas fuesen ásperas ó suaves, fáciles 6 difíciles, conformes á su genioó repugnantes, to- _do le era indiferente. Que los superiores fuesen bue- . nos ó malos, sabios ó ignorantes, prudentes ó ato- _Jondrados, nada le incomodaba. El no obedecia por baxeza, sino por principios de religion: no por res- petos humanos, sino por obedecer á Dios, que le mandaba obedecer á los Sacerdotes en todas las co- sas que no fuesen contrarias á la ley inmaculada del Señor. El no solo les obedecia con la mayor exáe- tidud en la vida, tambien llegó á lo sumo de la obediencia en su muerte, El murió obedeciendo, y fue tan singular en esto su dichoso tránsito , que no ets menos de referírle aunque sea con la mayor revedad. ] A A Hallábase este venerable Religioso hecho espec- táculo Ss oros á Dios, á los Angeles y á los hom- bres, sobre su pobre tarima en su última enferme- (a) Luc. C. Xx. v. 16.

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