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216 << Sermon XII. Sin embargo, su humildad profundísima y el cono: cimiento claro de su nada , le conduxo á observar el consejo del Señor , de que “consultemos todas las co- sas, y no tendremos arrepentimiento de haberlas he- cho (a). De la misma suerte que obedecia á los manda- mientos de Dios y sus sejos saludables, atendia tambien á sus santas inspiraciones. Esencialísimo punto es éste, y digno á la verdad de nuestras mas profundas consideraciones. Nuestro Beato Bernardo sabia que el divino Espíritu reparte sus dones segun el propósito de su adorable voluntad, y comunica sus . auxílios mas ó menos poderosos en mayor ó menor número , segun los justísimos decretos de su incom- prehensible sabiduría: él entendia que al que obra bien con los auxilios recibidos, se le aumentan y multiplican; y al que abusa de las inspiraciones di- vinas, se -le retiran y apartan. Este conocimiento sublime le hacía atentísimo á recibir y obedecer los llamamientos de Dios, sa y) que una mirada de Jesucristo atendida por San Pedro, le hizo detestar su negacion , derretirse en lágrimas, y elevarse por el exercicio de las virtudes á la mas alta perfeccion. Una:voz de Djos.escuchada por San Pablo, le trans- formó de vaso de íra y de corrupcion, en vaso de elecciony de extraordinaria santidad. Un auxilio dado á la RRA, hizo de un corazon dominado por las costumbres del mundo, un espíritu lleno de fortaleza, lleno defe, de esperanza, de amor y de fide- - lidad. Estos exemplares y otros muchos que se presen- taban á su espíritu, le reconcentraban en sí mismo pa- ra oirla voz de Dios; y en las calles, en los campos, en .0. e. yen el monasterio, en suma, en todas Pat iy (a) Fil sine A mibil Facias y et post fueran non peni- ¿Hebis, Eccli. C. xxx Y. 24. >

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