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— Sermon XIII. que vemos en los altares , nos enseña con su exetmplo, y su doctrina la obediencia que debemos á Dios y 4 las criaturas. 2) | Soberano Señor Sacramentado, á quien con la mas profunda veneración adora nuestra fe en ese santo al- tar, humildemente postrados en vuestra presencia os suplicamos que nos concedais una perfecta obedien- cia á vuestros mandamientos, consejos é inspiracio- nes, y una entera subordinacion á las disposiciones justas de aquellos superiores que vuestra adorable Pro- videncia nos ha dado sobre la tierra. Esta es la gracia que os pedimos por la intercesion de vuestra Purísima Madre, y nuestra amable protectora María Santí- sima, á quien devotos saludamos con el Arcángel San Gabriel , diciendo: Ta e. AVE MARÍA. , coo PRIMERA PARTE. 23? ¡ “No penseis que la obediencia es una virtud sola- | mente propia y característica de los Religiosos. De- | cia , lustrísimo Señor , á estas almas encomendadas al cuidado paternal de V.S.1I., que no incurriesen en el error de pensar que la obediencia es una virtud : propia únicamente de los claustros. No, amados mios. Todo cristiano , todo hombre que vive en sociedad, Y tiene necesariamente algun superior que le mande so- bre la tierra: no hay , pues, hombre alguno que no esté obligado á la obediencia. Dad una vuelta por los exércitos y lás escuadra, vereis un admirable enca- denamiento de obedientes, desde el grumete mas ni- * ño, y desde el soldado mas moderno, hasta los gene- | rales en xefe. Mirad los palacios de los mayores Prín- . cipes, ¿y qué veis en ellos desde el mas pobre portero hasta el mayordomo mayor ó primer ministro? Cier- , i == . | | y

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