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DE San CAYETANO. 1) le veriamos tambien siempre conforme con la di- vina voluntad ; siempre obediente á los decretos de su adorable Providencia , y siempre contento entre los brazos de su Dios: en suma , le veriamos como un hombre verdaderamente felíz á quien no ami- lanan los trabajos , ni acobardan las contradiccio- nes: un hombre que lleno de confianza filial en la bondad de su Dios, espera tranquilamente la pro- teccion divina, y tolera con paciencia las inco- modidades del siglo. Mas aunque yo no pueda ex- plicaros todas estas verdades , reflexionad siquiera sobre su mayor tribulacion : ésta fue quando las tropas del Emperador estaban saqueando y destru- yendo la gran ciudad de Roma , donde se hallaba á la ocasion el. Santo. | Praza Imaginad á la tropa: llena de furor militar, y itada exteriormente por sus xefes, é interiormente por el deseo de enriquecerse con el pillage : ima- ginaos , digo, si podeis , cómo entra en un pueblo, causando espanto á todos con su gritería y con el . formidable estruendo de las armas: Quañto se les pone delante lo atropellan y despedazan : rompen las puertas, los cofres, las arcas, desenvuelven y arrojan por unas partes y por otras las ropas, los muebles y las alhajas: roban lo mas precioso y me-: nos embarazoso para llevar : maltratan á:sus due- ños , intimidando á sus mugeres y sus hijos : levan-:. tan el grito los infelices, y mezclando sus clamo-. res con el ruido de los caballos que corren, con' las voces de la tropa que se desordena , con los re-. piques arrebatados de las campanas., con los redo-. bles de las caxas, y con los horribles tronidos:de los cañones , se forma de todo esto una confusion y, desórden solamente comparable á la confusion y. desórden del infierno. Imaginad que llegan 4. los cinco primeros Cayetanos , que prengden 4.estos re» TOMO II, | C
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