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pz San Francisco ne Asís, 193 de los Príncipes, formidable porel orgullo de los he- reges , y espantoso por la relaxacion de las costum- bres, es una brillante prueba de esta asombrosa ver- dad. Es un punto indefectible de nuestra fe que la nave de San Pedro no naufragará jamas : esun ar- tículo invariable de nuestra religion, que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia; pero es tambien verdad indisputable que la nave puede padecer borrascas, y que la Iglesia puede experi- mentar sus quiebras. De hecho, amados mios, el gran Pontífice Inocencio III. vió en un misterioso sueño, que el magnífico templo de Letrán, en que está figu- rada toda la Iglesia universal, se venia al suelo. Pero aquel Padre de las misericordias y Dios de toda con- solacion, que mortifica y vivifica, que humilla y en- salza á sus criatur: ver tambien un hom- bre pobrecillo que a iflanaado: sus hombros á la sun- tuosa fábrica, la sostenia para que no se arruinára. Con efecto, señores, en aquel infelicísimo siglo sacó de la nada al gran Francisco de Asís para degollar la vanidad , humillar la soberbia , desterrar el inte- rés, convertir la disolucion en modestia, los juegos en soledad, las ciudades en desiertos, y los teatros en casas de oracion. Mi seráfico Padre San Francis- co es destinado del cielo para transformar los publi- canos en Apóstoles , los inmundos en - ¡pejos de ho- hestidad, los robadores en limosneros, los homicidas en anacoretas, los disolutos en recogidos; y en una palabra, Francisco es destinado por Dios para re- parar la Iglesia que estaba á punto de caerse. Lo he dicho en las palabras de mi tema con la Iglesia san- ta en el oficio divino de este dia: Pade, Francisce, repara domum meam que labitur. Este es el carác- ter con que apareció en el mundo mi gran Padre San Francisco. Yo no os le debo proponer baxo de otro aspecto. Vosotros acabais de oir que Dios eligió TOMO 1. Bb
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