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192 SermoN XII. sus disposiciones, obedezcamos á sus preceptos, y es- peremos sus recompensas. Á este modo, carísimos oyentes, podemos dis- currir en el órden de la gracia.;A quién no admira ver cómo confunde la idolatría , y aterra á los Em- peradores que la sostinian con todo su poder, á los sabios que la defendian con toda su astucia, y á los magistrados que trataban de mantenerla con to- do el rigor é inhumanidad de los tormentos, por me-. dio de unos hombres tan poco proporcionados, como doce pescadores, pobres, rudos, sin el estrépito de las armas, sin el lustre de la nobleza; y sin el en- canto y brillantez de la elocuencia? ¿A quién no asombra el considerar cómo peleaban unos tiernos “niños, unas delicadas doncellas, unos ancianos débi- les contra las espadas, las ruedas, las catastas, las parrillas, planchas, hogueras, y las fieras mas bra- vas que les ES los perseguidores del cristianis- mo, y cómo salian pues res de estas peligrosas rerribiliicndn «betatlas: con Ie pde jameito? ¿A 1 nohará levan e estdzoóK Dios, y ende- cir sus misericordias, si reflexiona que el Señor, por su bondad infinita , nos hizo nacer enmedio de esta santa religion revelada al mundo por Jesucristo, pre- dicada por sus Apóstoles, “sostenida por los santos mártires , 'enseñada E practicada por tantos siglos “por los Basilios , Benitos, Gerónimos , Agustinos, ura y Otros innumerables hombres ilustres - que en la ley de gracia ha visto. y. admirado el mun- do? Adoremos, amados oyentes, los justísimos de- -signios del Señor, que si permite heregías, cismas y otros males en la: Iglesia , “nunca la desampara, y siempre la proporciona medios de salir triunfante de , sus enemigos, par1 que todos veamos que ella es obra de Dios, y no invencion de los hombres. El siglo XIII. tumultuosísimo por da obstinación
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