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De San CaYEraÑo. F3 otro paso mas adelante, renunciando todos los bíe= nes no solo en particular , sino tambien en comun; ro al cabo los unos recurrian en sus apuros á los fondos del monasterio, y los otros á la men= dicidad. Estaba , pues, reservado para Cayetano y sus hijos el heróyco desprendimiento de todo lo terreno: la total entrega de sí mismos en los bra- zos de la Providencia divina, y el vivir como los Apóstoles de las limosnas espontáneamente ofreci- das, y no mendigadas. ¡Resolucion asombrosa que ha llenado de espanto á los mayores sabios del mundo. Cayetano fue reputado por uno de ellos; pero no penseis que el Santo colocase su felicidad so= bre este título. No ignoraba la grandísima distan- cia quese encuentra entre ser verdaderamente sa= bio y parecerlo, ó ser teputado por tal;.y sabia len que el mismo Dios habia declarado que la sabiduría de-la* carne era enemiga. de Dios, y que este mismo Señor prometia perder la sabiduría de los sabios segun el mundo, y reprobar la pru- dencia de los prudentes del siglo (a). Por estos útiles conocimientos colocó el Santo toda su sabi- duría en el temor de Dios, en la observancia de a sus preceptos, en el cumplimiento exácto de las obligaciones de su estado, llegando á ser felíz en su sabiduría , porque no supo mas de lo que con- venia saber , y aun aquello lo supo con sobriedad, como encarga el grande Apóstol San Pablo (b). Por último , los empleos le elevaron á aquella clase de felicidad tan apetecida de los:miserables mortales que: tan mal se hallan con su quietud, y suspiran con tanta frecuencia enmedio de las pre- (a) Perdam sepientiam rapientium , er prudentiam prudem= tium dt S. Paul, epist. ad. Cor. 1. C. 1. Y. 19. (b) Non plus sapore quam oportes sapere, sed sapere ad sobriciatem. Ad-Rom. €. Xu. v. 3» E ! 3 Ig

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