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DE LA PURÍSIMA ConcErcIioN, Sic. rÓr Apóstol, y quedamos desde aquel instante' objetos del aborrecimiento de Dios. Desde aquel momen- to le viene á nuestro espíritu el ser capaz de los mas groseros errores, 4 nuestra voluntad el: ha-, Harse como dominada de las mas vergonzosas., pa= siones, á nuestra imaginacion el ser asiento de:la ilusion, y á nuestros sentidos el ser la puerta y los órganos de la incontinencia. Desde entonces na- cemos llenos de flaquezas, sujetos á la inconstan- cia y ála vanidad de nu «pensamientos, escla- vos de nuestros antojos y caprichos, y dominados de nuestros propios deseos. Todos confesamos que de la culpa nos viene la dificultad en obrar el bien, y la propensioné inclinacion al mal, la repugnancia :al cumplimiento de nuestras obligaciones, el ódioá la verdad, el amor á la adulacion, el disgusto de la vir= - tud, el afecto al vicio. Del pecado original proviene esta guerra doméstica que sentimos en nosotros mis” mos, estos combates de la carne contra la rázon, y de, la razon contra Dios , y esta obstinacion en que= rer siempre lo que la ley nos prohibe, y .en no, - querer lo que nos prescribe y "manda. Estado"la- mentable , que hacia suspirar al grande Apóstol San Pablo, y le obligaba 4 decir con- fervorosas lágrimas (a): ¡Ay de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? ¿De dónde me viene 4 mí. esta contrariedad que siento en mí mismo? Yo ha-, llo y siento en mí dos inclinaciones «contrarias y: estimulado por una parte de la gracia que me lla=: ma, y por otra de la concupiscencia que me ar, rastra , muchas veces executo el mal que: quiero evitar, y no obro el bien que quisiera hacer (b). (a) Quis me liberabit de corpore mortis huyus? Ad Roman. EY. 12 RS | (b) Invenio igiturlegem, volenti mibi facere bonum, Ec. Ad Roman ibid. vu. 21, o TOMO 11. + X Sn

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