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peL Rosario De María SaNTÍsIMA. ISI re decir, que siendo tres los estados en que las almas pueden salir de sus cuerpos, el primero de los que mueren en pecado mortal , el segundo de los que mueren en gracia de Dios despues de ha- ber satisfecho totalmente 4 la divina justicia con frutos dignos de penitencia por los pecados graves y leves que habian cometido , y el tercero de los que tambien mueren en gracia , por habérseles per- donado los pecados graves; pero les falta satisfacer por los leves óÓ «por la pena temporal en que se conmutó la pena eterna despues de perdonada la culpa: á los primeros se les arroja para siempre £ los infiernos : 4 los segundos se los coloca en el - cielo por toda la eternidad; y á los terceros se los deposita en el Purgatorio por algun tiempo hasta que satisfagan el último quadrante de sus deudas. Este es, vuelvo 4 decir , el dogma católico. Qué penas sean aquellas, cómo padecen allí las almas, por quánto tiempo estarán allí destinadas, y otras seiscientas cuestiones” como éstas, nos hace poco - al caso el saberlas ó ignorarlas. Bástenos saber que una alma apartada de su cuerpo é impedida de ver á Dios se halla en un estado de tanta violencia y de tanta pena , quanta el entendimieuto humano no' puede comprehender. Las ruedas, las catastas, los ecúleos , las espadas , las bestias, las parrillas, las hogueras y quanto han padecido los mártires y los malhechores en sus mas atroces y prolongados tor- mentos, no tiene comparacion con las penas del Purgatorio. Ellas son mayores, decia San Agustin, que quanto en esta vida se puede ver , pensar ó ex- perimentar : 1/le-purgatorius ignis durior erit, quam “quidquid potest in boc seeculo penarum videri, dut excogitari, aut sentirí. Suponed ahora una alma en un abismo de penas semejantes, y que su: memoria la representa la Dloriosa Resurrección del Hio de

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