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tir: allí las eny idia= con que nos consumiamos la felicidad age na: allí las injusticias con que gra sama á naestros próximos: allí las impurezas cos que mainch ábamos nuestro Cuerpo y nbESra | 2ima: ali, es yaz palabra, todos los pecados con sus fonestas consecuencias. AÑ tambien aparecerá la omision de las buenas obras, tantas horas de oracion que pudí mos tener y no tuvimos, tanto bor- sor á la penitencia, tanto disgusto de la frecuen- cia de sacramentos, tanto caudal sin destino, tanto talento sin provecho. ¡O qué pena! Se aumentará el tormento que dará la propia conciencia con las maciones que exctará el demonio, irreconciliz- ble enemigo de nuestras almas. Como sabe qué! sea puestra pasion dominante, como comprebende quél sea muestro genio, y no sede oculta el flanco por donde acometernos con mas seguridad, se irrita con mas furia y mas id Y: =_ el castillo devorarnos ereramente: En este ph Sfitada el alma con los melancólicos recuerdos de sus cul- pas , y afligida con las tentaciones del demonio en mitad espantoso momento del qual depende la eter- nidad , pu: señores, un recurso tan po- alívie en sus tribulaciones, ó la en seguridad? ¿ Dónde, amados mios? En los mis- terios dolorosos del Santísimo Rosario. Al mirar un. hombre Dios postrado en tierra , cubierto de un su- dor copioso de sangre, afligido sobre manera por la representacion del amargo cáliz de nuestras cul- pas, y puesto en una mortal agonía, ¿quién no llorará: las culpas? ¿qué pecador, por mas endu- recido que sea, nose deshará de sentimiento y de pena? Al considerar un Diosazotado cruelmente, co- ronado de espinas y abrumado con una pesada cruz

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