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de 4 136 Sermon VII tad. Pero ademas de este poder de independencia en Jesucristo, eonfesamos todos los católicos un po= der de ruego y de intercesion en los Santos que rey- nan con Cristo en el cielo, y en aquellos justos que le son amables objetos sobre la tierra. Confe- samos que este poder de intercesion y de ruego, es mayor en la Vírgen queen todos los demas San- tos por la sublimidad de sus virtudesy por su emi- nente dignidad de Madre del mismo Dios. Y cier-- tamente ¿qué cosa negará un hijo á tal Madre? ¿Qué no conseguirá una Madre de tal Hijo? Ved ahí , decia San Bernardo, la razon de toda mi con- fianza: ved, decia el Santo, porque os exórto 'á que en los peligros , en las aflicciones, en las turbu- lencias y calamidades de la vida penseis en María, invoqueis á María , confeseis 4 María. Mientras ella os sostenga no caereis, quando os proteja no teme- reis, quando os acompañe no os cansareis. Es muy digno de alabánza y aprobacion el fervor con que vosotros 0s'encomendais continuamente 4 María en vuestras necesidades; pero no debeis limitaros á los bienesó males puramente temporales: para alcanzar los bienes espirituales y eternos , es principalmente para lo que debeis implorar su poderosa proteccion; de suerte que su nombre esté en vuestra boca , su exemplo en vuestro espíritu, y su imitacion en vues- tro corazon y acciones. >. y 2 Sí, amados mios, ya lo he dicho : su imitacion es la principal disposicion ¡para honrar á la Vírgen, para alcanzar quanto deseamos y manifestarnos ver- daderos hijos siyyos. Despues de Jesueristo el modelo níás excelente que podemos imitar es el de la:San- tísima Virgen su: Madre. El culto que aprecia es aquel por el qual los fieles la consideran;y honran como á su exemplo y modelo en las conversacio- nes, en los modos de portarse unos: conrotros;-en

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