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134 “SermoN VIII. amado : ve ahí á tu Madre; y desde entonces que- damos todos los hombres adoptados por hijos de la Vírgen: Et accepit eam discipulus in sua (a). Sí, di- ce el seráfico Doctor San Buenaventura , María no solamente es Madre singular de Cristo , sino tam- bien, lo que es sumamente deleitable , es Madre uni- versal de todos los fieles. Dos son , continúa diciendo el mismo Santo , dos son los hijos de María : el hom- bre Dios, y el hombre puramente hombre. Del pri- mero es Madre corporalmente: del segundo es Ma= dre espiritualmente. Bien habeis visto, aunque con la brevedad que pedian las circunstancias del dia, como esta amable Madre ha cumplido con este en- cargo que la hizo desde la eruz su Santísimo Hijo y Dios eterno. La habeis visto en todos los instan- tes de su vida procurando vuestro bien con sus cla» - mores al cielo, con sus oraciones fervorosas , con sus lágrimas tiernas, con el exercicio de sus exce- lentísimas virtudes, y con el sacrificio dé sus mas asombrosos privilegios. ¿Qué corresponde , pues , de a nuestra parte con una Madre que por el amor de sus. hijos ha padecido tanto, y ha hecho tanto por nues- tra salvacion , que despues de Jesucristo, á nadie somos mas deudores que á esta Reyna incompara- ble? Ciertamente corresponde que la amemos tier- namente, que la invoquemos confiadamente , y que la imitemos fielmente. Excelente pensamiento , cris- tianos mios muy amados , bello pensamiento que nos ofrece una multitud asombrosa de utilísimas re- flexiones ; pero que nos será preciso omitir por no - hacernos interminables. Diremos solamente dos pa- labras de cada una. | | ! Es menester para ser verdaderos hijos de la Vír- gen amarla tiernamente; porque la Señora nos ama (a) Joann. Cc. xix. y. 27.

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