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132 | Sermon VÍ, al mismo, fin tus pensamientos, tus palabras y tus obras? Quieres violentar la divina Providencia á que cese en favorecerte, por encaminarlas como hasta aquí á tu eterna perdicion ? Pero espera un poco: de- mos la última mano á nuestro lienzo , manifestando que la Vírgen no solo hace el oficio de Madre con nosotros exercitando á favor nuestro sus eminentes virtudes, sino tambien sacrificando por nuestro amor sus mas asombtosds privilegios de ser Madre Ye Dios. Volemos con la consideracion al Calvario , y veamos á la siempre Vírgen Marla'MY pie de la cruz confor= mándose con los decretos del eterno Padre , y dicien- do en la muerte de su Hijo como en su encarnacion: Fiat mibi secundum verbum tuum. (a). ¿Qué es esto? ¿Sobre el altar de la cruz es ofrecido el inocente Isaác por su propia Madre? ¡ Pásmense los cielos y la tier- ra! ¿La Madre de Dios llega á consentir enla muer- te de su Hijo? ¿De su Dios, del Dios que adora, del Diosá quien tanto ama? ¿Consiente-en que sea entregado á la muerte, á una muerte cruel y afren- - tosa? ¿Consiente en que su honra sea ultrajada , y blasfemado su santo nombre? ¡Qué misterio, ó mi Dios! ¿Y para qué fin? Para que muera el pecado del hombre, para que el hombre no muera en pe- cado. No puedo comprehender lo que digo, ni acier- to á explicarme en lo mismo que entiendo. Oidme: ve la Señora que la mancha del pecado solo se pue- de lavar con la sangre de su Hijo: así está escrito en los decretos de Dios. O ha de morir el Hijo, 6 han de perecer los hombres por el pecado. ¡O co- mo combaten entre sí los afectos y los deseos de esta, Madre verdaderamente admirable! ¡Qué an- gustia, mi Dios, la del corazon de aquella afec- tuosísima y Santísima Vírgen! Yo bien quisiera , di- (a) Luc. c. 1. v. 38.

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