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SerMON HI. 44 do , denegrido , destrozado , abrasado , y que causa horror á la vista , pasa á los eternos palacios de la glo- ria donde entra en el gozo de su Señor , por baber si- do en el mundo participante de su cruz. ¿Pero yo qué podria deciros de aquella gloria que ni el ojo vió, ni el oido oyó , ni en el corazon del hombre pueden caber justas ideas de su grandeza? ¿Qué podria yo deciros de aquellos bienes que en su multitud son infínitos ¿ en su excelencia divinos , y en su duracion perpetuos + ¿ De aquellos bienes no sujetos á la volubi- lidad é inconstancia , sino firmes , estables , permanen- tes y eternos? ¿Qué podria ya deciros de las murallas de diamantes de la Santa Ciudad , de sus puertas de esmeraldas , de sus calles y plazas de oro bruñido s resplandeciente y terso que el cristal? ¿De sus mi pl RA ardines "amenos, de sus “tios y fuentes de leche y miel? Nada á la verdad podria deciros del número casi infinito de sus mo- radores , todos tan sabios , tam hermosos , tan ro- bustos , tan amados y tan amantes. Nada del cándi- do coro de las Virgenes , del brillante esquadron de >< mp ee ge la ok 4 As - Mártires, de la respet asamblea de Apóstoles , Patriarcas Profetas , y de la Reyna de todos ellos la inmacul 4 Virgen María. Nada de su agilidad y claridad , sutili- dad é impasibilidad , ni de su vision , comprehension y fruicion á la presencia del Sér supremo. Nada, y si es posible ménos que nada podria ya decir de aquel Dios eterno , infinito , inmenso , santísimo , riquísimo, polerosís no No, señores. Son muy ciegos los ojos pa- ra mirar tanta luz, muy tardos los. oidos para escu- ch:r tanta gloria , y muy pequeño el corazon humano para. abarcar en esta vida tan grande objeto. Confese- mos ingénuamente la imposibilidad que encuentra el entendimiento humano en compreberder esta gloria que Dios concede á los mártires, y cententemonos con decir alguna cosa de la que dá á sus sepulcros, á sus cenizas , y á los instrumentos mismos de su mar- -AGCSE

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