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FEA SermoN VÍ. AS j | bl peratriz Eudoxia.en la plaza de Constantinopla: mas bien que la estatua de Nabuco en Babilonia. Hablemos de los dolores , aunque hoy sea llevada como en triun= fo por las calles de:esta' nobilísima ciudad, para atraerse el amor y veneración de sus vecinos: hablemos pues dé sus dolores y digamos con el Santo Job: Miras biliter me crucias. Sí , Dios mio, podia decir la Vír- gen, vos me atormentais de un modo” maravilloso: soy madre vuestra y madre de los hombres, y esta eminente dignidad causa mi mayor pena: mi “amor 4 vos y á los hombres aumenta mi dolor ; y mi doz lor produce mi mayor felicidad. Raro modo por cier to de atormentarme: ma pa me crucias. Ásunto ena amados, mios , de Ar Ol sacára= | | tier O $0 más que tra= > pt y aflicción de espíritu. La segunda , que los trabajos dirigidos por las máximas - de religion nos harán felices. Dichosos nosotros si lográramos fixar en nuestro > sao unas máximas tan importantes, y vi= pia po re Para que así sea imploremos el ! la cid: María Santísi- ma, ee Pedo ar arémos con el Angel diciendo | dE AVE MARÍA de Es poa a => $ 3 E: + Palra daros desde luego alguna inte la Aeólción eariviticas: de María Santísima señora nuestra , y al mismo tiempo de la asombrosa intension de sus dolo» res , me parece muy oportuno acordaros lo que la santa Escritura nos refiere de la infeliz y desgra- ciada Respha. Hallábase aquella señora viuda y con dos hijos de su difunto marido el Rey Saul, y aun- que la eminencia de su clase, el carácter den adre de los hijos de un Rey á quien el mismo Dios habia colocado sobre el trono , y mas que todo, la inccen- cia de sus mismos hijos parece debieran exímirla de
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