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DIA DÉCIMO. 333 penitencia que me adquiriste tanta gloria! Benditos sean mis ojos que se cerraron por Dios para no mirar ob- jetos seductores. Bendita sea mi lengua que se empleó en las alabanzas: del Señor. Benditos mis sentidos y potencias. Benditos son mi cuerpo , mi alma, mis pen- samientos , mis palabras y mis obras dirigidas á la ma- yor gloria de Dios y á mi propia santificacion. Ben- ditos los auxilios y gracias del Señor con que obré la virtud. Bendito el monasterio en que vivi: bendita la órden monástica que profesé: benditas las hermanas que me dieron: exemplo , las Preladas que me diri- gieron y los sacramentos que recibi. Mi alma can tará eternamente las misericordias del Señor. Santo, Santo , Santo , Dios y Señor de las virtudes, llenos están los Cielos y la tierra de la magestad y grande- za de vuestra gloria. Ya lo veo, si ántes lo creía: ya lo poseo, si ántes lo esperaba: ya lo gozo, si ántes lo descaba. Decidme , venerables Religiosas: ¿le falta al- gun bien á esta alma feliz? ¿Hay alguna dicha que no se encuentre en el Cielo ? ¿acaso la faltará el gozar per- fectamente todos estos bienes ? No, Señoras , como lo escuchareis en la breve demostracion de la. segunda verdad. En el Cielo hay todos los bienes en su mayor perfección. Verdaderamente , Señoras, que este es un pensamién: to precioso para arrancar muestro corazon del amor del mundo y colocarle en el Cielo. Los bienes de este mundo nunca se poseen depurados de toda inquietud, de toda iniquidad y de todo fastidio: siempre van acompañados de sinsabores , desórdenes 6 sobresaltos. Las riquezas tan ansiosamente apetécidas de los mí- seros hijos de Adan , son unas verdaderas espinas que punzan al adquirirlas , desvelan con incesantes cuida- dos para conservarlas , y éntristecen el ánimo ó man- chan la “conciencia «al expenderlas. Las ciencias bus-

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