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DIA SÉPTIMO. 269 bra , por no hacer todas las cosas con recta intencion, es la mayor miseria que puede imaginarse. No seamos, pues, tardos y pesados de corazon. Co- nozcamios,. apreciémos este riquísimo tesoro que se oculta en el asunto que tratamos. Demos infinitas gra- cias 4 Dios que mos ha hecho tan fácil su adquisicion. Dediquémónos «desde este momento á no perder las obras , palabras y pensamientos, por no dirigirlas , ofre- cerlas y encaminarlas á Dios. Sea Dios el centro de nuestros deseos , el objeto de muestros pensamientos , la materia de nuestras palabras, el principio y fin de nues- tras obras. Digamos abrasados en caridad lo que de- cia mi Seráfico Padre San Francisco: Dios mio y to- das las cosas. Sea Dios todo para nosotros, y seamos todos nosotros para Dios, á quien sea dada toda glo- ria, honor, culto y magnificencia por los siglos de los siglos. Ámen,

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