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abo Exencicios EsPIRITUALES. templo de Jerusalen, quando unos adoraban al sol, otros á Venus y otros.á las bestias de la tierra ; en cu= ya vision le manifestaba*el Señor, que los soberbios, los incontinentes y los avaros volvian torpemente las espaldas: al Señor y é idolatrabarren sus pecados; pode- demos y debemos rezelar que se introduzca en ellos al- guna inclinacion 4. la honra, al placer de los senti= dos y 4 la propia comodidad , que como artificiosos desórdenes del amor propio» toman parte en las ac- ciones morales, y aniguilan á disminuyen enormémen- te su perfeccion. Tal vez los defectos graves del si glo nos llenan de horror, y por su misma deformidad nos alejan de cometerlos, quando caemos casi insen- siblemente en estas otras faltas, que nos adormecen enel camino espiriteal , y sirven de impedimentos gras yísimos á la pureza de intencion. Desengañémonos , venerables Religiosas, que; mizn- tras no removamos esto estorbos, no podremos contar con la verdadera libertad de: espíritu, propia de los siervos del Señor. Si con una generosa mortificación no. reprimimos-esta inclinacion que todos tenemosá que nos estimen, y á estimar á las criaturas con des- agrado del Criador, mirándola como injusta, como vana y como nociva, no esperemos ver en nosotros una intencion del todo recta. La he llamado injusta , por- que habiéndonos rebelado contra Dios por la culpa, no merecemos que las criaturas mos estimen: la he llímado vana , porque ella ciertamente no puede dar- nos bienes sólidos y permanentes, sino quando mucho algunos consuelos aparentes y poco durables; y por último llamé tambien nociva á. esta desórdenada in- clinacion á Ja propia honra , placer ó comodidades, porque robamos con ella la honra del Señor que de- po procurar, y nos hurtamos á nosotros mismos el 1érito de las búenas obras. Dificil es, Señoras, yo lo confieso, esta negación interior; ardua es semejante empresa de renunciar en
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